miércoles, 20 de febrero de 2013

¡Gracias de corazón, Santidad!

A Su Santidad
Papa Benedicto XVI

¡Gracias de corazón, Santidad!

Es esto lo que sentimos la necesidad de decirle después de que la noticia de su renuncia al ministerio pontificio haya alcanzado a nuestra familia de carmelitas descalzos y descalzas con la velocidad de un rayo, de norte a sur, de este a oeste. Sus palabras nos han conmovido profundamente.

Entre los sentimientos que nos inundan, prevalece en nosotros sobre todos la gratitud. Como tantos millones de fieles en todas las partes del mundo, también nosotros, miembros del Carmelo teresiano, monjas, frailes y laicos, queremos expresarle nuestro grande y sentido reconocimiento.



En estos años de servicio de su parte a la Iglesia desde la sede de Pedro, hemos visto en usted una puerta abierta que cruzar para creer en Jesús y de esto no podremos nunca agradecérselo suficientemente, con todo el calor y la pasión heredados de nuestra Santa Madre Teresa. Nuestro corazón, al cual llegaba día tras día con delicadeza y profundidad su anuncio del Evangelio, se ha dejado plasmar de sus palabras de Padre y Maestro. Con alegría y fe hemos recorrido el camino al que ellas invitaban, gustando cada día más la belleza de la fe. Y permítanos hoy, Santo Padre, que contemplemos su vida y su ejemplo a la luz de los versos de San Juan de la Cruz: “Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal en su servicio; ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya solo en amar es mi ejercicio”.

En su mensaje nos ha dicho que ahora su servicio a la Iglesia se expresará sobre todo en la oración ¡Qué bien entendemos el valor y la grandeza de este servicio en el Carmelo teresiano! Permítanos acompañarle en este nuevo viaje en busca del Amado.

Querríamos decirle con simplicidad que todavía tenemos necesidad de usted y que, si no podremos gozar más de sus palabras, contamos con su amor silencioso, con su oración escondida y con su intercesión fraterna. La debilidad que hoy experimenta la cambiará Dios para nosotros en fuerza capaz de animar nuestro empeño de cristianos y de religiosos.

Dios es quien marca los caminos y, ciertamente, sus caminos no son nuestros caminos. Santidad, querríamos tenerle siempre con nosotros, para continuar escuchando su voz de Pastor que nos aseguraba y nos animaba a atravesar las cañadas oscuras de la vida. Sepa que estamos viviendo con dolor su decisión de retirarse, pero en sus palabras sentimos resonar aquellas de Jesús a sus discípulos: “Si me amarais, os alegraríais porque voy al Padre”. Estamos seguros de que, como Jesús, también usted, Santidad, al retirarse, nos comunica el Espíritu que le ha acompañado desde las frescas mañanas de su infancia hasta el atardecer de estos últimos años.

Cuente con nuestra pobre oración. Es el único modo en el que podemos expresarle nuestro gracias por la misión que ha realizado con valor, con dignidad, con firmeza y, sobre todo, con verdadera humildad. Su testimonio nos anima a dar la vida en un momento de una necesidad tan grande para la Iglesia. Como decía Santa Teresa: “¡Dichosas vidas que en esto se acabaren!”

Encomendamos sus intenciones a María, Reina y Madre del Carmelo, que siempre nos conduce a Jesús, en cuyo obsequio queremos vivir.


P. Saverio Cannistrà ocd

Roma, 12 de febrero de 2013