DE TODOS LOS
PUEBLOS PARA TODOS LOS PUEBLOS”
La Evangelización en una sociedad plural
Llegué a Brasil para
participar del Congreso Internacional Misionero OCD, en nuestra hermosa casa de
Espiritualidad en Sao Roque (Brasil) desde el 24 al 27 de Julio del 2012. Allí se
me regaló el enriquecedor encuentro de Hermanos y Hermanas de la familia del
Carmelo Teresiano, rostros conocidos y nuevos que me motivó a vivir con
entusiasmo el reto misional de la Orden, que en las palabras de presentación
del Vicario General OCD, Emilio Martínez, nos llevó a visualizar en los desafíos
de la Misión, propuestas concretas de vida y acción desde lo específico de
nuestro carisma y misión en la Iglesia. Las
ponencias, las comunicaciones y el mismo compartir entre los 45 participantes
creó un clima de iluminación y discernimiento para proyectar el camino
misionero de nuestra Orden. Bajo la égida del Secretariado de Misiones OCD, la
Revista Misional y ONG Obra Máxima, junto con colaboradores de la Casa General
OCD en Roma, así como la acogida fraterna de la Provincia Brasil sudeste, se
desarrollaron los momentos de reflexión, compartir y proyección a través de los
días de duración del Congreso.
Las temática estuvo centrada en una
trilogía de las dimensiones de la Misión tomando en consideración:
1° teología de la Misión: “Las misiones a 50 años del concilio Vaticano
II. Lectura y actualidad del Decreto AD GENTES en Latinoamérica” por P. Marcos
Juchem OCD; “El espíritu misionero hoy y
los nuevos contextos de la evangelización” por P. Silvano Giordano OCD;
“Pastoral misionera latinoamericana: Teología y Espiritualidad” por Mons
Braulio Sáez OCD; “El religioso carmelita hoy. Cultura de la paz y la justicia
en contexto latinoamericano” por Mons Oswaldo Azuaje OCD,
2° Misión Carmelitana: “Santa Teresa
de Jesús, misionera: ´´por ser ésta la inclinación que nuestro Señor me ha
dado´´ (F 1,7)” , por P. Salvador Ros OCD; “La expansión carmelitana en América
Latina en la década del 1900-1911” por P. Dámaso Zuasua OCD; “Sucumbíos: enseñanazas
de una historia reciente” por P. Oscar Aparicio OCD; Propuestas para una
teología de la misión desde el Carmelo Teresiano” por P. Zacharie Igirukwayo
OCD.
3° Nuevos retos y expectativas:
“Expectativas misioneras de los contextos interculturales y religiosos.
Análisis fenomenológico de la sociedad actual y sus exigencias” por P. Benedict
Kanakappally OCD; El misionero carmelita del tercer milenio a la luz de la V
Conferencia de Aparecida hoy” por P. Patrizio Sciadini; “Misión y
evangelización. Una mirada crítica desde el Sur” por P. Fernando Susaeta; “La
recepción de la Palabra hoy en el contexto latinoamericano. Retos y propuestas”
por P. Rafael Santamaría OCD.
Contando con las comunicaciones que nos
llevaron a contemplar: los 100 años de presencia en el Vicariato Regional OCD
del Perú; La realidad pastoral de la Misión de el Petén (Guatemala); La misión
de Apiacás de la Provincia OCD Brasil Sur; La Misión OCD de la Provincia de
México en la Sierra de Puebla; La presentación de la ONG de La Obra Máxima; La
Página WEB del Secreatiado OCD de Misiones; La presentación de la historia y
misión de los Carmelitas en los inicios de la Provincia de Brasil sudeste.
Teniendo varios momentos donde
compartimos sobre la dolorosa situación de la Misión de San Miguel de Sucumbíos
(Ecuador) y de los esfuerzos realizados y los proyectos pendientes por la Orden
en diálogo y discernimiento. La presencia y recuerdo sentido del P. Jesús María
Arroyo OCD, misionero y testigo de la Misión del Carmelo, recientemente fallecido,
marcaron todo el Congreso desde la memoria de los participantes y la palabra
del P. Juan Berdonces OCD y el P. Juan Cantero OCD, hasta hace poco, Misioneros
en la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos.
De la riqueza de lo expuesto, lo
vivido y comunicado, puedo compartirles que fue como un gran aguacero que cayó
sobre nuestras tierras, que contemplamos desde Sao Roque, como sedientas de
nueva evangelización. En el espíritu conciliar, se planteó de forma renovada
que “ser discípulo de Jesús y misionero son dos caras de la misma experiencia”,
que “el cristiano es misionero o no es cristiano”, que “… si la humanidad está de espaldas a la
Iglesia es porque quizás la Iglesia está de espaldas a Cristo y su Evangelio”;
por lo que “… vivir, ser testimonio y discípulo-misionero de Cristo, requiere
mucha oración, escuchar al dueño de la mies, para que nos empuje de nuevo a
buscar cuál es su voluntad y con qué fuerzas y métodos ejecutarla. Es “ir mar
adentro, y lanzar las redes, dentro de la nueva realidad total que nos cerca”.
Para esto se exige un hablar
pertinente de Dios que nos lleve a conocer la realidad del mundo, pequeño y
grande, con una visión teologal que dinamice la misión y nos lleve a casar la
teología y la espiritualidad en nuestro acercamiento al pobre, desde la
historia que escriben los pobres. Desde aquí la Misión es la manera de entender
y vivir como Iglesia, repensando siempre la Misión ante los nuevos signos con
la exigencia de conversión en el redescubrirnos desde la Misión.
La Historia ilumina la Misión
abriéndola al análisis de los signos de los tiempos y reconociendo el
pluralismo en la sociedad, el reconocimiento de la dignidad de todas las
personas, haciendo que la Iglesia “servidora de la humanidad” lleve el
evangelio a todas las culturas, de manera radical, tocando las estructuras
sociales.
A la luz de Aparecida, haciendo de
nuestras comunidades, “comunidades misioneras”: humanizadas y humanizadoras,
abiertas al servicio profético, cercana a los más pobres y sencillos. A vivir
con el reto de que el Carmelo no sea “ni isla ni oasis” sino donde se viva la
vocación carismática sin incoherencia de vida y con presencias significativas
por carismáticas. Para el Carmelo, arriesgarnos en la Misión es una opción de
fe que nos da vida en la hermenéutica desde abajo, buscando una mayor
inculturación y una mayor formación.
La inculturación nos sitúa ante la
realidad de que la evangelización en no pocos contextos culturales ha generado
una creencia sincretista y mágica. La realidad del África nos ilumina ya que a
través de la reflexión de la Teología africana se reivindica el paso de un cristianismo
postcolonial a un cristianismo con rostro negro, pasando de la adaptación, a la
Teología de la Liberación africana, y luego a la inculturación. Llegando a la Teología
de la invención (1990) en la búsqueda de la complementariedad entre la TdL y la
inculturación, partiendo de la premisa que toda teología es contextual
iluminado un pensamiento hacia la autenticidad. Esto plantea que el centro de
la cristiandad se está desplazando hacia el sur. Europa no sigue siendo el
centro de la fe por haber sido el centro antiguamente y que ninguna iglesia
local es autosuficiente sino interdependiente. Desde esta perspectiva, ser
católico es vivir en red con todo el mundo. Por lo que las iglesias locales
africanas, americanas, están llamadas a
multiplicar sus relaciones e intercambios.
La aproximación a la
Palabra de Dios ha hecho nacer en la Iglesia una vida espiritual más rica, acercándonos
a las enseñanzas del Nazareno y haciendo de la experiencia del misterio una
realidad más cotidiana. La fe del pueblo ha crecido, no sin la constatación de fracturas
y expresiones fragmentarias, que no opacan el camino hecho: “cuando la vida y
la Biblia se encuentran, el pueblo comienza a andar”. Esto en el ámbito
específico de la pastoral y catequesis ha guiado a un modelo de lectura
antropológico-teocéntrico, centrado en la procura del equilibrio entre la
fidelidad al texto bíblico y al ser humano concreto al que va dirigido. Luego a
nivel de praxis, las dificultades
aparecen en la doble tarea de entender y comunicar.
Es hacer un camino
con la Palabra como el de Jesús de Nazareth que nos lleve a compadecernos y no
avergonzarnos de aquellos a quienes llamamos hermanos. Es vivir la creación como
un espacio de conflicto y confrontación, donde el Reino sufre violencia, sin
olvidar el sufrimiento y pobreza como construcciones históricas, cuyo sujeto
responsable es el ser humano. La Palabra debe llevar a una teología compasiva que
no establezca lazos de ternura, fraternidad y comunión. Ella debe llevarnos a
superar un paradigma de evangelización marcado por las trampas de la eficacia, el cálculo, la previsibilidad, dejando la experiencia
de fe en orden, formas,
disciplina, métodos, sistemas… porque traen “paz” a la mente para vivir lo
cotidiano. La misma Palabra debe sacudirnos para sentir en la Iglesia la necesidad
de una autocrítica profética para no ahogar al Espíritu, acomodándonos por el miedo
al cambio y miedo a la transformación radical de un mundo injusto. La Palabra
debe iluminar también lo que tienta de veras al hombre como es el deseo de que
nada se le escape de las manos, el control.
La importancia de la
teología está en insistir en la prioridad moral de las personas sobre las instituciones
y sus prácticas. Son las personas, no los sistemas, las que definen la
substancia de la justicia y de la solidaridad, algo esencial para resistir a la
total transformación de la vida en mercancía.
En este contexto, la principal misión que tenemos ante
nosotros es hacer de Dios un habitante de
nuestra historia, como Él
siempre quiso y quiere ser. En un panorama donde conceptos como neoliberalismo
de mercado; imperialismos y fundamentalismos políticos; pobreza estructural
(46% de la población mundial; en América Latina 44% de pobres y 14% de
indigentes); feminismo contra el androcentrismo de las estructuras mentales,
sociales, políticas, económicas y religiosas; conciencia ecológica frente al
actual modelo de desarrollo; pluralismo cultural contra la pretensión
etnocéntrica dominante; pluralismo religioso y no de religión única;
biogenética y finalidad terapéutica, eutanasia y muerte con dignidad,
regulación de la natalidad, reproducción asistida, bioética…; exigen un
discernimiento ético para que en
sintonía con los derechos humanos sean experiencias benéficas para la
humanidad. todas ellas avances benéficos para la humanidad, pero con evidentes
interrogantes éticos y religiosos; derechos humanos y su situación paradójica:
nunca tan defendidos y, sin embargo, tan transgredidos en tantos lugares.
La Palabra debe llevarnos a una Nueva hermenéutica que supere la mera
exégesis de textos y proponga la búsqueda de sentido: a un Nuevo horizonte utópico, superando
falsas seguridades y estereotipos y llevándonos a soñar cosas que jamás han
existido; a un Nuevo horizonte anamnésico
por el recuperar la herencia apocalíptica desde la memoria subversiva de las
víctimas en busca de su rehabilitación, y considerar la obediencia a los que
sufren como elemento constitutivo de la conciencia moral; una Nueva teología en diálogo con otros
discursos y métodos, en especial con las ciencias de las religiones:
sociología, fenomenología, psicología, filosofía, antropología cultural, historia
de las religiones, ecología; y una Nueva
espiritualidad inter-religiosa, que rompa las fronteras que cada religión
levantó a lo largo de su historia para distinguirse y entretejiendo lazos de
amistad y comunicación entre los creyentes de los diferentes credos, condición
esencial para el trabajo común por la paz.
Y con una mirada al futuro del Carmelo
en América Latina, la Conferencia de Aparecida (2007) nos abre perspectivas en
este camino por recorrer: “En América Latina y el Caribe, cuando muchos de
nuestros pueblos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia,
nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y
nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue
más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos
como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo”[1],
así “confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en
nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que
suscite discípulos y misioneros” sigue recordándonos- que “no depende de
grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnan
dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su
Reino, protagonistas de vida nueva para América Latina”[2].
Y
en nuestra Delegación, esta rica experiencia de Orden nos interpela en la
Formación inicial y permanente de cara a entrar en sintonía con estos
planteamientos y ser sujetos de esta historia por construir con “el futuro de
nuestro pasado”.
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Fr. Caché del Niño Jesús