viernes, 31 de mayo de 2013

La palabra de Teresa desde el Consejo de la Delegación.

Queridos hermanos y hermanas reciban un fraterno saludo en Jesús el Señor y en la Virgen Reina y Hermosura del Carmelo de parte del Consejo de la Delegación.
Queremos hacer manifiesta una acción de gracias a Dios y a ustedes mismos por la valiosa colaboración y acogida que han tenido en cada comunidad de responder y compartir la lectura que han venido haciendo de la Santa Madre en sus comunidades con motivo de la preparación para el V Centenario del nacimiento de la Santa Madre.

Cada una de sus reflexiones en comunidad ha ayudado, enriquecido e iluminado a las otras comunidades que siguen de cerca y con entusiasmo lo que se publica en la página de la Orden. Sin duda alguna la experiencia de la Santa nos introduce en esa dinámica esponsal con el Señor en cada momento de nuestra vida “El amante verdadero en todas partes ama y siempre se acuerda del Amado” (F 5,15)  y en la dinámica del amor hacia los hermanos como lo dirá en Camino “aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar”(C 4,7).



Vemos como todos desde nuestra vocación carmelitana expresada en diferentes formas de vida: Laicos, Seglares, Monjas y Frailes vivimos el legado de la Santa en nuestras vidas. Esa diversidad de vivir el Carisma Teresiano y compartirlo nos lleva a crecer no solo en el conocimiento de las obras de la Santa sino en la relación profunda con el Señor por medio de la oración que se manifiesta en el servicio a la Iglesia de Dios y a los hermanos.

Hemos recibido una vocación muy hermosa dentro de la Iglesia que es: nuestro ser de Carmelitas hombre y mujeres expertos en la comunión con Dios y con los hermanos; este llamado no nos da un lugar de privilegio sino que nos debería llevar a pensar y a preguntarnos al igual que la Santa. “Ya, hijas (os), habéis visto la gran empresa que pretendemos ganar. ¿Qué tales habremos de ser para que en los ojos de Dios y del mundo no nos tengan por muy atrevidas? (C 4,1)

Desde esa realidad estamos llamados a dar testimonio de esa vocación, de modo especial en nuestro a país en medio de la crisis de valores, de las instituciones, de la sociedad, de la cultura de muerte, de mentira y desesperanza que a veces nos envuelven; es allí en donde nosotros tenemos una palabra que decir un testimonio que dar haciendo ver con nuestras vidas que son posibles una comunión profunda con Dios y con los hombres nuestros hermanos en medio de nuestras diferencias, fundados en la humildad fruto de la verdad y el conocimiento propio, tan valorados por la Santa. Aún nos queda mucho por dar de aquello que ya hemos recibido, que sea el Señor mismo quien nos dé la gracia de seguir siendo testigos de su amor a ejemplo de la Santa Madre para cantar así las “misericordias del Señor.”

Dios les pague por su colaboración y por sus esfuerzos. Un fraternal saludo en el Carmelo Descalzo.

Fr. Franklin Morales.